
¿Estás interesado en saber qué es el diseño emocional y cómo puede utilizarlo? En este artículo te explicaremos detalladamente todo lo que necesitas saber, además de que nos apoyaremos de algunos ejemplos que te servirán para entender mejor la importancia de este tipo de diseño la conexión que crea.
¿Qué es el diseño emocional y en qué consiste?
Con el diseño emocional lo intentan hacer los diseñadores es crear una conexión emocional con las personas, con su humor, su conducta e incluso con sus emociones.
Por ejemplo, ¿crees que una copa de vino te sabrá mejor en una copa lujosa o en un vaso de cartón? Investigadores han comprobado que los objetos que les resultan más atractivos a las personas les funcionan mejor. Es decir, no se limitan al uso del producto, sino que crean una conexión emocional con él.
El diseño emocional se muestra siempre que vemos un objeto o producto por primera vez. ¿Has notado que cuando tomas una decisión de compra no sólo tomas en cuenta la funcionalidad del producto, sino también su aspecto? Incluso la nostalgia puede tener un fuerte efecto en las personas al momento de hacer una compra, prefiriendo aquellos productos que les recuerde algún momento feliz de su infancia o de su vida.
Características del diseño emocional
Como mencionamos anteriormente, el diseño emocional puede hacer que las personas sientan que algo funciona mejor o sabe mejor cuando establecen una conexión con su diseño.
Donald Norman, el escritor del libro “Emotional Design”, comentá que las personas pasan por tres fases antes de decidir si establecen una conexión positiva o negativa con algo: visceral, conductual y reflexiva.
La respuesta visceral es aquella que entra puramente por los ojos, algo que podemos ver en cualquier campaña publicitaria sin importar el mercado. Por ejemplo, ¿cuántas veces has decidido ir a un restaurante u ordenar un platillo especifico luego de ver una foto de ese platillo? Una buena imagen o diseño tiene el poder de despertar el interés de la persona por un producto.
A continuación, tenemos la respuesta conductiva, que es cuando podemos probar el producto. Siguiendo con el ejemplo de un platillo de comida, supongamos que ordenaste esa hamburguesa que se veía grande y jugosa, y cuando llega descubres que en realidad es mejor de lo que esperabas.
Esto puede suceder con cualquier producto, imagina que compras un smartphone basándote en su diseño, pero al probarlo tiene que tener una buena usabilidad y ser intuitivo. En caso de que no lo sea, tendrás un móvil que se ve bonito pero que funciona muy mal, creando una emoción negativa hacia el producto y su marca.
En cuanto a la experiencia reflexiva, es aquella que se desarrolla a largo plazo después de que una persona ha quedado en numerosas ocasiones satisfecho con el producto o servicio de una compañía. Es decir, cuando la marca ha creado directamente una conexión emocional con su cliente.
Un diseño emocional efectivo
Si se quiere hacer un diseño emocional efectivo, se deben de tener en cuenta las tres partes del proceso, ya que, si falla alguno de estos aspectos en la experiencia global, los demás no habrán servido del todo o no servirán para nada.
En pocas palabras, el diseño emocional no sólo se trata de la estética o del diseño del producto, sino que tiene que ir más allá. Se trata de diseñar la experiencia que generará el producto cuando los consumidores lo tengan en sus manos.
Para conseguirlo, es necesario tener un buen equilibrio entre el diseño estético y su eficiencia, dándole un valor añadido al producto al cumplir con todas las partes del proceso.